CIUDAD NOCTURNA

Cuando camines por sus calles
recuerda que siempre estaré esperándote
en el límite del bien y del mal.

– Ciudad –

Ciudad de luces nocturnas
donde las sombras se reflejan
en las miradas inertes de seres
que así expresan.
Las cabezas clausuradas
descansan
en habitaciones contaminadas,
donde los electores se conectan
envenenándose
desde las sombras.
Y las elegidas cobran su parte,
creyéndose por siempre divas danzantes
de barras americanas.
La ciudad nocturna nunca descansa,
donde la basura refleja el continuo desgaste
y muestra la sinrazón de sus habitantes
y la dejadez corrupta de sus gobernantes.
La ciudad,
rodeada por caminos de alquitrán y luces de neón,
desierta de humanidad
desde la noche y con el bullicio de sus habitantes nocturnos
viaja hacia la mañana.
Los ancianos,
cansados de gestionar las obras del barrio,
duermen en su bendita locura.
Las ancianas,
preocupadas por los Quehaceres familiares,
reposan en su humilde cordura.
Sirenas que suenan cercanas en la lejanía.
Madres preocupadas e hijos aventureros.
Coches sonoros que viajan a ninguna parte.
Seres que vacían sus neuronas
creyéndose musicólogos del arte.
Contemporáneos del vicio,
mentes que se envenenan insaciables.
¡Nadie lucha ni un ápice contra su propia vanidad!
Centuriones monótonos que vigilan incansables.
Seres violentos que dormitan en cualquier parte,
seres horribles, insaciables.
Noches de sueños y bailes mortales.
Señales de la Rosa de los vientos que recita al anochecer
hasta vomitar un verso sobre el amanecer.
¡Nadie muerde la sonrisa de una niña!
Al caminar,
en la ciudad nocturna,
jóvenes hambrientos buscan musas de alquitrán,
para no amar jamás con un corazón destrozado.
Ratas que roen los cables del desengaño
y escupen racimos de violentas señales de miedo.
Frío es el fantasma que guía sus pasos.

Donde los mendigos no sueñan con tu mirada,
sino que aletean con el espíritu del vino barato.
Embriagándose hasta caer
y reventar por las pesadillas de su propia paranoia.
Sombríos espectros acompañan su delirio.

– Dj´s –

Personajes extraños orquestan la noche.
Son falsos misioneros,
liberadores de la rutina diurna,
ofrecen un extraño Paraíso de esparcimiento y desahogo.
En los Elíseos danzantes suena con bravura The Age of Love
Orquestada por un fanático del boogie,
dirigiendo las masas de su interior en un baile de zombies,
adictos filarmónicos del swing.
Afuera penitentes esperando que San Pedro les ceda el paso
abriéndoles las puertas del Paraíso nocturno.
Lúgubres impacientes capaces de pagar un alto parné
por jugar al juego de los elegidos.
Gentes que aspiran a ser algo más
y piensan que su tiempo nunca se va a pasar
mientras sean recordados,
seres ilusos, inconscientes de su propia inexistencia.

Y la vida continúa en la ciudad nocturna,
mientras una vieja punk,
perra vieja, perra que aúlla un blues
escucha con nostalgia cerebros destruidos
en una casa okupada en llamas.
Y su mirada perdida por la morriña de la vejez
entona viejos himnos de lucha.
¡Nunca quisimos cambiar!
¡Siempre seremos tu antihéroe!
Grita entre sombras y sueña a la salida
de los muros de hormigón.
Dulces sueños revolucionarios,
mientras pega carteles asamblearios.
De gritos desesperados contra la opresión.
“Aunque mis lágrimas estén vacías
con ellas sobre nuestro camino puedo continuar”
Queremos una tierra sin banderas,
ni límites, ni fronteras
sin oprimidos, ni hambrientos
que los opresores dejen de pisar.
Y no descansaremos hasta poderlo ver.

– Acaba la noche –

Un viejo skater, con nostalgia,
desaparece de las miradas
de jóvenes que rompen el baile
al ritmo de eléctrico hiphop.
Amanece en la ciudad y un viejo bluesman
sacia su sed con un solo de guitarra
coreado por migrantes incas que le cantan a la Pachamama.

Una joven vuelve al regazo de sus ancianos
esperándola la cena como desayuno.
Un borracho descansa en un banco,
arropado por su propio vómito.
Duerme la borrachera junto a un perro abandonado
que sacia su sed.
Amantes de pago, se aman apasionadamente
entre las sombras de unos arbustos
bajo la protección y permiso del parque nocturno.

– El amanecer –

Y cuando el sol sale y la luna descansa
Lorca recitará a Marea,
sobre una ciudad de gitanos
que cien gitanos corean.
Un poema escrito en cera
que desaparece al compás
de los cánticos que lo velan,
de bailes y sonetos que suenan desenfrenados.
Sueñan juntos con ruidos de calaveras,
calambucos todos juntos
de las ruinosa ciudadela
que mueren en las alacenas.
Las sirenas de la lejanía se acercan.
Ojos tristes, miradas de pena,
el cuerpo ya no yace sobre la arena.
Sino que deshace la hiedra.
Malas hierbas, hierbas grises,
hiedra que quema.
Niños que entonarán cánticos de verbena
como los gitanos de Lorca canturrean
un poema que se consume en una vela.
Sobre la conquista de Manhattan,
hay niñas gitanas que la recitan y tararean
cantando coplas, coplas vivas
de rebeldía, memoria y rabia.
Brujas clandestinas que gritan
¡Ni una menos!
Perras viejas que mutilan al príncipe del Paraíso
conjurando el Hechizo de Wicht.
Noche tras noche
la ciudad sin sueño vuela entre los rincones
despidiéndose de las ancianas
que yacen entre las sábanas
dormitando hasta el alba de un nuevo día.

Siempre te esperaré
a este lado de la carretera