Los manteros huyen del madero

Paseo por la Gran Vía de Madrid

y mil idiomas turistean por aquí.

No se oye ni una palabra de esperanto,

ni si quiera lo hablo yo conmigo mismo

y ya se me ha olvidado.

Los manteros huyen del madero.

Los vagabundos sentados al sol

esperan a que algún ingenuo turista los dé una moneda

mientras acarician al perro que los acompaña.

En Montera unos policías rodean a uno mientras una joven conversa con él

y observa al perro que hay a su lado.

Parece que el cachorro está drogado.

Unas chonis palmean en la estación de tren al ritmo de trap.

Se colocan el pelo mientras cantan y palmean, llaman la atención.

Dos chicas se acarician con la dulzura del amor, se besan.

La Gran Vía está tan abarrotada de personas que apenas se distinguen las tiendas.

Si aquel reyezuelo que ordenó construirla viese como de transformada está,

obligaría a sus parientes a abdicar e instauraría la república.

Pero nada cambiaría con una república y con la continuidad del Estado.

Los manteros huyen del madero.

Pelos multicolores esperan al tren, el rosa es el predominante.

Hay uno verde, pero es un viejo que no le quita ojo a una joven.

Esperan la llegada del tren, se hace larga

y los ojos se funden con las pantallas del teléfono.

El cerebro hace tiempo se fundió.

Una mujer trans se acicala el pelo,

un borracho duerme la mona.

Un joven no le quita ojo a la mujer

y yo vuelvo a mi casa.

Los manteros huyen del madero.

05 de Agosto de 2017.

Luis de Laos.