Regalaste sonrisas cada amanecer
y prestaste tu alegría cada noche
regalaste miradas de complicidad
en las barricadas del amor sin reproche
si caes en el desánimo
deja que ardan las calles
y deja atrás el silencio amargo
donde mueren las palabras. Por ese silencio amargo
Existen adictos de todo tipo Adictos de por vida
Adictos al amor, al sexo,
a tu mirada, a tus ojos,
a las drogas, al alcohol
al running, al sillón ball
y al deporte más extremo, la poesía.
Pero yo solo soy adicto a ti. ¡Adicto por ti!
Y me dejaste en suspenso en el espacio tiempo
cuando me susurraste al oído
que te tenías que marchar.
Cuando me vence todo y tu no estás
me abandono en mi cama
y dejo que me acorrale el tiempo
hasta que tu recuerdo grita basta.
Basta y me basto
con los pies que arrastro
hacia la muerte que espero
en este mundo tan vasto.
Y en este antipoema así me expreso
poesía que no tiene ni cabeza, ni cuerpo
ni pies por los que andar
en esta senda vasta y solitaria
que me llevará donde el mar siempre muere,
junto a ti. A la orilla del mar.
Cuando deje de llover y la Luna se vea desde tu ventana
estaré bajo las estrellas intentando encontrar el mar.
Enséñame a escribir bellos poemas que hablen de las estrellas
dejándome volar a través de la escritura
y sentir la libertad a través de ellas.
Con mi renuncia a ver la gran evasión
de los hijos de la desesperación
viajaré al centro del mismo Sol
con los ojos a punto de ebullición
por el volcán de los nacidos en cualquier burdel
con mujeres de papel de fumar
y hombres forrados de alquitrán
donde buscaré ser abrasado por la soledad.
Y estallarán las cenizas en la descolorida ciudad
que ejerce el amor retribuido.
Una sílaba de un poema puede destronar el mar
si cerca de la orilla alzas contra el viento
tu reflejo en soledad.
06 de Octubre de 2016